RAMÓN VILLEDA MORALES, PRESIDENTE
Por Mario R. Argueta
Los militares se estrenaban en el control del poder tras el derrocamiento de Julio Lozano Díaz el 21 de octubre de 1956. El nuevo gobierno declaró sin ningún valor el resultado de las elecciones de Diputados a la Asamblea Nacional Constituyente. En la Proclama de la Junta Militar de Gobierno, emitida el 21 de octubre se afirmaba:
» Fieles a estos sentimientos y deberes, las Fuerzas Armadas de Honduras proclaman a toda la Nación, que su único y esencial propósito es el procurar que el país vuelva a la normalidad constitucional, y que todos los hondureños, en forma cívica y patriótica, cooperen al logro de este objetivo. Alcanzada esta finalidad, por nuestro honor de militares, prometemos entregar el Gobierno a un elemento civil de extracción auténticamente popular. En consecuencia, sólo permaneceremos en el Poder por el tiempo que el criterio democrático aconseje y el interés nacional exija.
Rafael Bardales Bueso interpreta la frase «entregar el Gobierno a un elemento civil de extracción popular» como significando que el elemento civil a quien se entregaría el Gobierno, debía ser elegido por el voto directo del pueblo.
Como veremos más adelante esta apreciación es completamente correcta. Se declaró la amnistía política, se puso en libertad a los presos políticos, se consultó a Ramón Villeda Morales y se obtuvo su apoyo así como el del Partido Nacional. Se formó un nuevo gabinete representativo de diferentes agrupaciones políticas. Una nueva Corte Suprema de Justicia también fue conformada, incluyendo también miembros de los principales partidos políticos. El problema de la Junta Militar era la instalación de una Asamblea capaz de redactar una Constitución sobre la que pudiera basarse un gobierno permanente. La Junta insistió en establecer una base constitucional para cualesquier gobierno que le sucediera y en esa dirección concentró su objetivo.. Procedió calmadamente a diseñar planes electorales y pronto se fijó un calendario que llamaba a la proclamación de una elección para una Asamblea Constituyente el 21 de septiembre, convocándose su primera reunión para el 21 de octubre, aniversario del derrocamiento de Julio Lozano.
Planes adicionales fueron diseñados a mediados de julio, después de la remoción del General Roque J. Rodríguez de la Junta. El mismo mes la Junta anunció que la sesión de octubre de la Asamblea le daba la opción de adoptar una Constitución, elegir un nuevo Presidente o convocar a elecciones generales. Las primeras elecciones, las de septiembre, se llevarían a cabo, por vez primera, bajo las estipulaciones de la representación proporcional. Así, todos los partidos obtendrían diputados en proporción a su fortaleza nacional. Todos los partidos estuvieron de acuerdo, incluyendo a los liberales, quienes pudieron haber ganado 80 por ciento de los escaños, o más, bajo el arreglo tradicional de la pluralidad. Pero los dirigentes liberales, después de una vacilación momentánea, aparentemente consideraron que bajo una representación plural su barrida sería tan completa que podría amenazar a la Asamblea aún antes de reunirse.
Para septiembre todos los partidos estaban realizando campaña a nivel nacional en medio de una atmósfera de libertad y moderación. La Junta estaba cuidadosamente cumpliendo sus promesas de una lección honesta. Los liberales, en particular, realizaron su campaña de manera vigorosamente, dirigidos por Ramón Villeda Morales quien había regresado luego de un corto período en Washington como Embajador en los Estados Unidos de América. A menudo acusado de ser un peligroso extremista de izquierda, si no un simpatizante comunista, Villeda Morales hizo esfuerzos particulares para desmentir la acusación. Reiteró su oposición en todos los términos hacia el Comunismo, así como su amistad por los Estados Unidos de América.
Cuando las elecciones se llevaron a cabo, más de medio millón de electores fue a las urnas. La violencia fue mínima, si bien cuatro murieron y nueve resultaron heridos en incidentes al sureste de Tegucigalpa.
De 522.359 votantes habilitados (un poco menos de un tercio de la población), votaron 339.872, de los que 209.109 lo hicieron por el Partido Liberal (61.5%), 101.274 por el Partido Nacional (29.8%, y 28.437 (8.7%) por el Movimiento Nacional Reformista. La Embajada estadounidense en Honduras » Si bien la representación proporcional resultó en una representación desproporcionadamente grande para los partidos minoritarios en algunos departamentos, la distribución de diputaciones en la Asamblea Constituyente de 36 Liberales, y 18 Nacionalista y 4 Reformistas conforma casi exactamente con la distribución nacional del voto en general, ya que cada partido se benefició de la forma en que la ley favoreció a la minoría en varios departamentos. Las elecciones tendieron a confirmar lo que ya se conocía sobre la fortaleza de los diversos partidos. Por algún tiempo, al menos, los nacionalistas no estarán en situación financiera para participar en otra elección. Los reformistas revelaron que no tenían casi ninguna fuerza salvo en las Islas de la Bahía.
Después de la elección a diputados a la Asamblea Nacional Constituyente (que redactó la Constitución número 11), se produjo el 6 de noviembre de 1957 una reunión de delegados de los partidos políticos, pero fracasa la misma. Al no ponerse de acuerdo los políticos entre sí, las Fuerzas Armadas pactan con el Partido Liberal en que sea la propia Asamblea Constituyente quien elija al Presidente de la República, con lo cual se viola la proclama del 21 de octubre, que establecía que éste sería electo directamente por el pueblo.
El viernes 15 de noviembre, a las siete de la noche, la Asamblea elige Presidente de la República a Ramón Villeda Morales, por una votación de 37 a favor y 20 en contra, y a las ocho y cuarenticinco, se transmite por radio un comunicado de las Fuerzas Armadas, acatando la decisión de aquella.
El sábado 16, el dunviro Roberto Gálvez Barnes se retira de la Junta, declarando no estar de acuerdo «con la nueva posición del Ejército». Los altos jefes del mismo aceptan su renuncia y nombran para sustituirlo a Oswaldo López Arellano, Ministro de Defensa.
Se plantea en el seno de la Asamblea el problema de cómo podían los militares reorganizar el Poder Ejecutivo, funcionando el poder constituyente de la Asamblea. Los Diputados Pedro Pineda Madrid y Abraham Williams Calderón opinaron que si ratificaba la decisión tomada por aquellos, significaba el reconocer que la Asamblea había delegado en las Fuerzas Armadas esa facultad. El jueves 23 de noviembre el Presidente de la Asamblea, Modesto Rodas Alvarado, entrega a Oswaldo López Arellano la ratificación de su nombramiento como nuevo Triunviro.
Las hondureñas eran por segunda vez en la historia que había podido hacer uso del derecho al voto ya que fue durante la Jefatura de Estado de Julio Lozano Díaz, por Decreto No. 29 de 24 de enero de 1955, que se reconocieron sus derechos civiles.
¿Por qué no se realizaron elecciones de primer grado para que la ciudadanía eligiera en forma directa al titular del Ejecutivo? Los diputados liberales argumentaron, en el seno de la Constituyente, que ya por dos veces el pueblo hondureño había mostrado sus preferencias por Ramón Villeda Morales (en las elecciones presidenciales de octubre de 1954 y en las elecciones para la nominación de diputados a la Asamblea Nacional Constituyente), para evitar los gastos que costaría al Estado una nueva elección presidencial que apenas serviría para agitar las pasiones partidarias. Sobre el apoyo militar a la selección presidencial de Ramón Villeda Morales, es bastante ilustrativa la nota siguiente:
Cuando el Partido Liberal aseguró su triunfo en los comicios para la Constituyente apunta un pronunciamiento militar posterior, empezaron las pláticas para lograr que ese Cuerpo efectuara en una elección de segundo grado la designación del ciudadano que, en calidad de Presidente de la República, ocuparía la Primera Magistratura de la Nación, por un período constitucional, evitando así a la ciudadanía los riesgos de una nueva justa electoral a lo que estaban obligadas las Fuerzas Armadas por su proclama. Todo indicaba que tal designación recaería en vuestra persona, por lo que se dedicó especial atención a vuestros pronunciamientos públicos, a los postulados altamente democráticos del Partido Liberal, y a la forma de Gobierno por vos ofrecida, que no era otra que un Gobierno de Unidad Nacional, coincidiendo en esto con vuestra máxima aspiración. Fue por estos motivos que los jefes y oficiales consideraron formalmente tal posibilidad, y oídos personalmente los ofrecimientos del candidato, aceptaron la trascendental decisión de acatar la elección de la Asamblea, firmándose al efecto, el día 14 de noviembre de 1957, un compromiso formal: por un lado, jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas, y por el otro, la Directora de la Asamblea Nacional Constituyente, el Comité Central del Partido Liberal y el designado a la Primera Magistratura.
Pero Villeda Morales pese a estar él y su partido en el pináculo de su popularidad y desde una posición privilegiada, contando con el apoyo de la mayoría de la hondureñidad, a cambio de acceder al poder otorgaron, en el Artículo 319, título XIII, virtual autogobierno al estipular:
Las órdenes que imparta el Presidente de la República a las Fuerzas armadas, por intercambio del Jefe de las mismas, deberán ser acatadas. Cuando surja alguna diferencia, deberá ser sometida a la consideración del Congreso, el que decidirá por mayoría de votos. Esta resolución será definitiva y deberá ser acatada.
Así, el carácter «esencialmente profesional, apolítico, obediente y no deliberante» de las mismas, contemplado en el Artículo 315 constitucional quedaba debilitado, en desmedro del poder civil. Ya para 1963 los liberales comprenderían, de manera sangrienta, el incalculable daño que habían ocasionado a la nación y a ellos mismos.
El arreglo entre Ramón Villeda Morales y Oswaldo López Arellano para dar autonomía a las Fuerzas, de acuerdo a un historiador nacional, permitiría a los liberales el acceso a las prebendas gubernamentales de las cuales Tiburcio Carías y Juan Manuel Gálvez los habían excluido por décadas. Además, se le permitiría a Ramón Villeda Morales nombrar su propio gabinete y que su Ministro del Interior reestructuraba los gobiernos municipales del país. En esto estaría limitado por nuevas exigencias constitucionales más democráticas que aquellas de la dictadura de Tiburcio Carías, pero la situación le permitiría designar los líderes municipales en todo el país, incluyendo los de las ciudades importantes como San Pedro Sula. El llamado de Ramón Villeda Morales a la clase trabajadora de la Costa Norte podía también ampliarse para apoyar movilizaciones de este tipo.
El Partido Liberal ganó más del 60% de los votos en 1957. Este triunfo dio a los liberales el control de la Asamblea Constituyente y el proceso les permitió explorar las posibilidades del escenario descrito antes. Los liberales y la Asamblea Constituyente pronto desplazaron sus fuerzas y eligieron Presidente a Villeda Morales, incluso antes de que la Asamblea discutiera los artículos de la nueva constitución. El compromiso de Villeda Morales con las Fuerzas Armadas, probablemente por la UNITED FRUIT COMPANY y la Embajada de los Estados Unidos de América no era la única amenaza potencial para el futuro del Partido Nacional. Los nacionalistas seguían acremente contrariados por el trato hecho entre los liberales y López Arellano a finales de 1957, cuando el alto mando militar ratificó la elección de Villeda Morales a la presidencia.
Tras estar fuera del poder desde 1933 nuevamente un Presidente liberal ascendía a la Primera Magistratura. Pajarito, como cariñosamente llamaban a Villeda sus correligionarios, tomaba posesión, en el Estadio Nacional, abarrotado de público, el 21 de diciembre de 1957, Ramón Amaya Amador, en «Destacamento Rojo» concluye su novela precisamente con este acto histórico en el que parecían abrirse nuevas perspectivas democráticas para los hondureños. ¿Era válida la afirmación triunfalista de «Hemos ganado la batalla», o por el contrario, empezaba a transitarse el período de la «soberanía militar»?.
Tomado de Diario El Heraldo, 14 de Noviembre de 1997 por Mario Roberto Argueta.