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LA GUERRA CIVIL DE 1924

Fuente: Diario La Tribuna
Autor: Ernesto Paz Aguilar

Caballería militar revolucionaria

Hace exactamente un siglo, el 30 de enero de 1923, el Congreso Nacional, convocó a elecciones para elegir un presidente, un vicepresidente, diputados y magistrados de la Corte Suprema de Justicia, la misma se hizo de conformidad al procedimiento establecido en la constitución de 1894.

EL Partido Liberal en el poder, se dividió en dos facciones: La oficialista dirigida por el presidente Rafael López Gutiérrez, de Juan Ángel Arias Boquín y la oposición encabezada por Policarpo Bonilla. Para ese tiempo, Tiburcio Carías Andino identificado con el Partido Liberal desde la Revolución de 1893 se unió a la carpa ideológica del Partido Nacional en 1919.

Los resultados. Así las cosas, el Partido Liberal se presentó dividido con dos candidatos (Arias y Bonilla). Las elecciones se realizaron ocho meses más tarde los días 27, 28 y 29 octubre de 1923, después de violentos enfrentamientos a través de los periódicos partidistas. Los resultados presidenciales fueron: Carías Andino 49,953; Policarpo Bonilla 35,474; y Juan Ángel Arias 20,839. Como era de esperarse, Carías Andino resultó ganador.

El clima brumoso y templado de la ciudad capital, la tensión fue en aumento y el Estado de sitio fue decretado. Pronto fueron capturados los principales dirigentes del Partido Nacional en diferentes localidades del país. El olor a pólvora se sentía hasta en las sacristías.

Poco tardaron los belicosos contendientes en celebrar pactos centrados en sus intereses personales. Se intentó un arreglo entre Arias y Carías en la Legación de los EE. UU. según el cual ambos candidatos renunciaban a ser electos por el Congreso Nacional y elegir a Miguel Paz Barahona como presidente y Francisco Bueso como vicepresidente, nombrar en los cargos administrativos, 50% para Carías y 50% para Arias; amnistía amplia e incondicional para todos los delitos cometidos hasta la fecha y el pago de 200 mil dólares al Dr. Arias por los gastos electorales. El pacto fracasó porque Arias no se presentó a la ceremonia de la firma.

Cerca de la Semana Santa, el gobierno de López Gutiérrez rompió el orden constitucional y emitió un decreto mediante el cual convocaba a una Asamblea Nacional Constituyente. El anciano presidente asumió todos los poderes del Estado y se convirtió en dictador.

Se desgrana la mazorca. La situación del partido de gobierno se agravó y muchos ministros abandonaron el país y el presidente saliente, Rafael López Gutiérrez, alias “Pacán” prolongó su mandato el 1 de febrero de 1924; seguidamente convocó a una asamblea constituyente, pero murió en el intento. En efecto, López Gutiérrez falleció en palacio el 10 de marzo a las 3:30 de la tarde, siendo asistido por el médico nicaragüense Rodolfo Espinoza. El ejercicio del Poder Ejecutivo quedó a cargo del Consejo de Ministros. De tal suerte que, se rompió el orden constitucional y degeneró en la guerra civil más sangrienta y bárbara que registran los anales nacionales.

¿Cómo era la percepción de Franklin Morales, el Ministro de la Legación de los EE. UU. en Tegucigalpa de los principales actores políticos del momento? “Tiburcio Carías Andino, es un hombre con poca educación y no ha viajado fuera del país… extremadamente popular entre las masas que lo considera su ídolo; Juan Ángel Arias, es médico con buena educación, ha viajado y conoce los EE. UU., habla inglés de manera regular y es muy rico; Policarpo Bonilla es abogado de profesión, bien educado ha viajado por Europa y los EE. UU. pulido y habla inglés perfecto. Es un político hábil y extremadamente tramposo tiene la reputación de traicionar a quien sea con tal de lograr su objetivo”.

Franklin Morales jugó un papel destacadísimo como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de los EE. UU. en Honduras e influyó de manera en el ánimo de Sumner Welles (1892-1961), enviado especial del presidente Coolidge, en la designación del general Vicente Tosta Carrasco como presidente provisional de Honduras.

Las negociaciones entre el gobierno y los insurgentes se realizaron a bordo del buque de guerra “Milwaukee”, en el Golfo de Fonseca. No olvidemos: “desde la suscripción de los Pactos de Washington de 1907, la intervención de los EE. UU. en Centroamérica y el Caribe se volvió sistemática” (Paulino Valladares).

5.2 La Revolución Reivindicadora de 1924. El espectro de muerte y destrucción de la guerra civil apareció en el horizonte, con el subterfugio de la mayoría absoluta (más del cincuenta de los votos) establecida en la Constitución de 1894. La ambición desenfrenada de los jefes de las facciones enfrentadas hizo inevitable la matanza fratricida. Ninguno de los candidatos alcanzó la mayoría absoluta y los diputados no se pusieron de acuerdo en la designación del presidente de la República. A la hora de las verdades, cuando se votó en el Congreso Nacional, Carías Andino recibió 15 votos, Policarpo Bonilla 9 y Juan Ángel Arias 18.

De conformidad al Artículo 90 de la Constitución era atribución del Congreso Nacional: “Hacer el escrutinio de votos para presidente y vicepresidente de la República y magistrados de la Corte Suprema de Justicia, y declarar electos a los ciudadanos que hubieren obtenido mayoría absoluta… En caso de no haber mayoría absoluta, hacer la elección de presidente, vicepresidente y magistrados, entre los ciudadanos que hubieren obtenido para cada cargo el mayor número de sufragios populares”. Era una elección de segundo grado, una suerte de segunda vuelta sin participación del soberano con los desastrosos resultados que conocemos.

Comienza la matanza. Mario Rivas de Cantruy, un español residente en el país y director de la Revista “Renacimiento” escribió un Diario de la Guerra, que abarcó desde el 30 de enero hasta el 30 de abril de 1924 y sirve de guía de este relato.

La guerra se desató la noche del 30 de enero. Carías Andino se alzó en armas y abandonó la capital rumbo a la aldea de San Juancito, sede de la Rosario Mining Company, nervio económico de la región centro-sur del país. Ese mismo día, el temerario general Gregorio Ferrera también se fue a la guerra y capturó La Esperanza y Marcala. El 7 de febrero, la occidental ciudad de Gracias cayó en manos de los revolucionarios al mando del general Vicente Tosta. Sin pérdida de tiempo, Carías Andino fue reconocido como presidente constitucional de Honduras por el consejo de jefes del Ejército Caríísta en la comunidad de Las Manos, cerca de la frontera nicaragüense.

Por su parte, los generales Tosta y Ferrera publicaron un vibrante manifiesto al pueblo hondureño: “De todos vosotros son conocidos los sacrificios hechos en 1919, luchando por la libertad (y) por reestablecer el imperio de la Constitución… Nadie podrá negar que en el gobierno de López Gutiérrez ha sido violada la libertad del sufragio… En consecuencia, occidente y especialmente el pueblo de Intibucá, se ha indignado ante el que, de manera arbitraria, quiere perpetuarse en el poder… Por lo expuesto: los suscritos, hacen un gesto enérgico de protesta armada y excitan a sus buenos hermanos hondureños para que los acompañen en esta cruzada… Creemos que, en estos momentos de angustia para la patria, los hondureños honrados acudirán gustosos en defensa de la libertad, la justicia y el derecho. Santa Rosa de Copán, 10 de febrero de 1924. Firman: Vicente Tosta y Gregorio Ferrera”.

Desde el comienzo de las hostilidades, el ministro Morales y el cuerpo diplomático se esforzaron por alcanzar un acuerdo negociado del conflicto y evitar que Tegucigalpa se convirtiera en teatro de la guerra. “Una lucha en esta ciudad causará un gran número de víctimas inocentes entre la población civil tanto entre nacionales como entre los extranjeros, sin contar con los perjuicios materiales que ocasionará una lucha armada en las calles” argumentaron. Comayagua fue tomada por Ferrera el 20 de febrero de 1924 y días después marchó hacia la capital trabando combate en la comunidad de Zambrano, el 4 de marzo, saliendo victorioso. Dada la gravedad de la situación, se estableció, por instancia del cuerpo diplomático, una zona neutral en Tegucigalpa. Ante el inesperado suceso, los contendientes acordaron un alto al fuego durante tres días.

El 28 de febrero el coronel Catarino Ávila, de las fuerzas revolucionarias, al mando de 300 hombres, atacaron la ciudad de La Ceiba, pero fracasaron en su intento. La Ceiba era defendida por Antonio Ramón Lagos, gobernador político y comandante de armas (hermano de la esposa del presidente López Gutiérrez). Mazapán, zona neutral, era una ciudad dentro de la ciudad y pertenecía a la Vaccaro Brothers. El ataque desató un voraz incendio que consumió en horas la zona comercial de la ciudad y las bajas fueron calculadas en 100.

Tiburcio Carías Andino rodeado por sus principales seguidores

Las fuerzas revolucionarias avanzaban en todo el país. Mientras tanto, arrecian los combates en los alrededores de Tegucigalpa. El día de hoy (15 de marzo) “desde las 2 de la tarde, hora en que cesó el fuego de artillería y fusilería, desde el río Guacerique, han entrado muertos y heridos por carretadas. A los primeros se les quema, porque no hay tiempo ni gente para sepultarlos; a los últimos se les lleva al hospital para que acaben allí la vida, ya que no hay elementos para curarlos ni alimentos para mantenerlos”.

El Pacto de Tiloarque. En las cercanías de Tegucigalpa, había comenzado la lucha por la jefatura de la Revolución. El 24 de marzo, en dicho lugar, convinieron en nombrar al doctor Fausto Dávila (1867- 1927), un político con el cual Ferrera se entendía desde 1922 y desde entonces pensaba en ayudarlo a llegar a la Presidencia” (Cáceres Lara,1992; 313).

También se reconocieron como jefes de la revolución a cuatro generales: Primer jefe, Tiburcio Carías Andino para la zona centro; segundo jefe, para occidente y sur a Gregorio Ferrera; tercer jefe para la costa norte, Vicente Tosta; cuarto jefe, Francisco Martínez Funes para la zona de oriente. (Inestroza, 2019: 211).

De la silla eléctrica a la silla presidencial. En esos días, circuló una historia macabra sobre los criterios que pesaron en la escogencia del doctor Fausto Dávila para que ocupara la silla presidencial: Ya había pasado la prueba de sobrevivir el castigo de la silla eléctrica, que asegura William Krehm, funcionaba en la Penitenciaría Central, “cuyo voltaje es insuficiente para matar, pero lo bastante fuerte para despegar la lengua”. Por ello, era considerado irónicamente como un hombre de nervios de acero.

La mediación de los EE. UU. El 15 de abril comenzó por fin, la mediación de los EE. UU y el presidente Calvin Coolidge, nombró enviado especial al experimentado diplomático Sumner Welles. Este de inmediato se reunió por separado con el Consejo de Ministros y los jefes revolucionarios, acompañado del Ministro Franklin Morales y del comandante Lewis D. Causey del buque de guerra “Milwaukee”, anclado en Amapala. De ahí, surgió la idea de la conferencia de paz con la participación de representantes de las repúblicas centroamericanas y los EE. UU. Cada bando propuso una lista de cinco candidatos para ejercer la presidencia provisional y de esta manera se nombró al general Vicente Tosta como presidente de Honduras y prestó juramento ante el alcalde de Tegucigalpa el 30 de abril.

Conferencia de Amapala de 23 abril de 1924. Los revolucionarios aceptaron la conferencia de paz, pero sin suspensión de hostilidades. Varios candidatos fueron propuestos para escoger un presidente provisional: Fausto Dávila (quien también fue nominado en 1911 en las conferencias del Tacoma), Vicente Tosta, Miguel Paz Barahona, Silverio Laínez y José María Casco por la Revolución; y Francisco Bueso, Carlos Alberto Uclés, Federico C. Canales, Roque J. López y José María Ochoa Velásquez, por el gobierno del Consejo de Ministros. Al igual que, en 1911, el Enviado Especial Thomas C. Swanson (1865-1912) escogió como presidente a Francisco Bertrand, Sumner Wells, asistido por Franklin Morales, escogió a Vicente Tosta. Esta fue la segunda vez que un mediador norteamericano escogía al gobernante de los hondureños. El general Gregorio Ferrera se enfureció porque los norteamericanos seleccionaron a Vicente Tosta, no obstante ser uno de los principales jefes militares de la revolución, en abierta violación al Pacto de Tiloarque y a los Pactos de Washington.

Texto del Pacto de Amapala. Tomando en consideración las proposiciones hechas por el honorable representante Sumner Welles, en representación del Presidente de los EE. UU., para terminar la situación anormal en que se encuentra la República, los infrascritos, con plenos poderes, y después de haber deliberado lo suficiente, se han puesto de acuerdo y han convenido celebrar el siguiente Pacto los Delegados a la Conferencia. 1. Se declara electo presidente provisional de la República al general don Vicente Tosta C. El Presidente Provisional tomará inmediatamente posesión de su cargo, y durará en ejercicio de sus funciones hasta la fecha que fije la ANC para la toma de posesión del presidente constitucionalmente electo. La persona que ejerza la presidencia provisional no podrá, en ningún caso, ser candidato a la Presidencia Constitucional de la República en el próximo período. 2. El Presidente Provisional quedará obligado a convocar a una ANC, 30 días después de haber tomado posesión de la presidencia. El decreto de convocatoria para elecciones de diputados a la constituyente fijará un término que no excederá de treinta días que estas se practiquen, y la Asamblea Constituyente se instalará treinta días después de la elección. 3. La distribución de los empleos públicos será equitativa en todos los ramos de la administración pública, tomando por base la honradez y aptitudes de las personas en quien deba recaer el nombramiento… 4. El presidente provisional organizará las juntas departamentales de reconocimiento de pérdidas, a efecto que los perjudicados durante la Revolución puedan hacer las debidas reclamaciones con arreglo a la ley correspondiente… 5. El presidente provisional… asumirá el mando de los ejércitos de la dictadura y de la Revolución. El mismo presidente determinará la forma en que se debe liquidar el ejército, operación que se practicará dentro del menor tiempo posible. Las fuerzas de la plaza de Tegucigalpa quedarán bajo el mando de sus respectivos jefes, hasta que sean debidamente liquidados (pagados sus salarios). 6. El presente convenio será firmado por el señor representante personal del presidente de los EE. UU., cuya firma será para ambas partes garantía moral de su cumplimiento. (f) Salvador Aguirre, (f) F. López Padilla, (f) Roque J. López, (f) Alberto A. Rodríguez”.

La trepidante “Revolución Reivindicadora” condujo a una espiral de caos que provocó saqueos e incendios. “Al amanecer el mercado de San Isidro de Comayagüela, ya no es más que un montón de escombros”. En un intento para reestablecer el orden las autoridades decretaron la pena de muerte para los saqueadores que sean sorprendidos “in fraganti”.

Comienza el terror de los bombardeos sobre la capital. El 6 de abril, comenzó el bombardeo aéreo de la capital por parte de un aeroplano en poder de los revolucionarios. El aeroplano pilotado por el neozelandés Lowell Yerex (fundador de la TACA) y asistido por el poeta Carlos Izaguirre, alias “elefante pichón”, bombardean la ciudad mañana y tarde. Cuatro bombas fueron arrojadas en el barrio La Leona, una de ellas a 200 metros de la Legación inglesa… otra muy cerca de la Legación de México”.

El 20 marzo de 1924, el gobierno emitió un decreto que castigaba a los saqueadores y “cusureros” (fabricantes de licor clandestino) con la pena de muerte. El jefe militar de la zona central de la República, Ángel Zúñiga Huete, emitió severas medidas para mantener el orden público. “Serán inmediatamente pasados por las armas los individuos que fueren sorprendidos por la autoridad cometiendo delitos de asesinato, homicidio, robo, incendios y otros estragos. Asimismo, los fabricantes de aguardiente clandestino y los simples expendedores serán juzgados sumariamente y pasados por las armas”.

Una escena surrealista. El crepúsculo no tardó en convertirse en noche y se produce una escena surrealista: “En la Plaza Morazán, bajo la estatua ecuestre del Héroe “Se oye un concierto de una de las bandas musicales capitalinas. Todo el día, la ciudad ha estado bajo el imperio del pánico, y ahora, apenas repuestos de las horribles impresiones del día, se nos obsequia a los sitiados unas cuantas piezas de las más alegres del repertorio español…Solo falta que se organicen bailes nocturnos para que los que estamos cuerdos. no nos volvamos locos huyendo de las bombas del aeroplano durante el día, podamos durante la noche trastornarnos la cabeza dando vueltas al son de una alegre marimba”.

La zona neutral. El cuerpo diplomático y el consular hicieron gestiones para establecer una zona neutral en la capital, cosa que era común en los puertos de la costa norte, y los “marines” desembarcaban frecuentemente, con el argumento de “proteger la vida y propiedades de los norteamericanos.

La guerra fratricida desató los sentimientos más obscuros de los contendientes. El bestiario se desató sembrando terror y muerte en los cuatro puntos cardinales. Cien años después, el odio, la brutalidad y la sangre derramada durante la contienda todavía provocan emociones encontradas entre los hondureños. La guerra provocó la muerte de no menos de 5,000 entre muertos Y heridos, desató ríos de sangre, montañas de cadáveres y 20 millones de dólares en pérdidas materiales.

Finalmente, un contingente de 200 marines marchó en las calles de la capital, no obstante, las protestas de algunos ciudadanos defensores de la soberanía nacional. Quedó para la eternidad, la protesta ciudadana contra el ingreso de tropas norteamericanas a la capital y la exigencia el inmediato retiro de estas. Firmaron: Froilán Turcios, Alfonso Guillén Zelaya, Visitación Padilla, Miguel Oquelí Bustillo, Alberto Rodríguez, José Jorge Callejas, Arturo Martínez Galindo, Horacio Moya Posas, Darío Montes, Saúl Zelaya Jiménez, Ernesto Fiallos, Alfredo León Gómez, entre otros. Froilán Turcios publicó el Boletín de la Defensa Nacional y los “marines” abandonaron Tegucigalpa después de la permanecer en la misma por 40 días.

Froilán Turcios, la mejor pluma de época, escribió: “Ningún centroamericano en el cual vibre, aunque sea la más pequeña parcela de patriotismo, no puede reconocer al gobierno de los EE. UU. el derecho de meterse en nuestros asuntos internos… y que no vengan a decirnos que vienen en nuestra ayuda, con un sentimiento de humana piedad, pues es tan evidente que su ayuda nacida de un instinto de piratas es únicamente interesada… A nosotros y solamente a nosotros nos toca buscar un remedio a nuestros vicios y no a los extranjeros, ni a los que se entrometen entre ellos y nosotros”.

La revolución había tomado varios puntos cercanos a Tegucigalpa y los soldados, en desenfreno al saber la muerte del jefe de la nación, comenzaron a saquear las tiendas y a repartirse el botín. Los víveres habían subido a precios fabulosos y era difícil encontrarlos. El maíz, principal alimento de la gente pobre se conseguía a cinco reales la medida; un huevo valía doce centavos; una libra de queso, un peso; carne no había. En los cantones (retenes) los soldados mataban reses robadas para alimentar a la tropa y, la gente, desafiando el fuego cruzado exponía su vida para comprar un pedazo de carne a cualquier precio”.

El espanto y el asco fue tal, que Gonzalo Luque, un curtido guerrillero, escribió: “Prefiero un mal gobierno a una buena revolución (montonera)”. Los periodistas-guerrilleros de la época no eran menos viscerales: “Lo que escribo con tinta lo defiendo con sangre”. En el campo de batalla se actuó con una saña nunca vista. Tanto los unos como los otros se unieron a una orgia de sangre y de destrucción metódica de niveles difíciles de creer.

El poder destructivo de las armas utilizadas durante la matanza no tiene precedentes. Un cronista de la época escribió: En este conflicto político-militar entraron en juego todos los elementos modernos de la guerra moderna, “Ha habido furiosas cargas de caballería, asaltos a machete, duelos de artillería, bombardeos aéreos, rifles, pistolas, ametralladoras, cañones, bombas, automóviles, todo lo que el genio humano ha inventado para la destrucción”; si la guerra se hubiera prolongado quince días más, también se hubieran utilizado gases asfixiantes y paralizantes usados por el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial.

Los observadores extranjeros repiten lo mismo: “La disposición innata y tradicional de los jefes facciosos hondureños de arreglar sus desavenencias políticas mediante la guerra civil” y la crónica intervención político-militar de los EE. UU. no evitó la brutal matanza entre hermanos, durante 90 días y 90 noches.

La política era sinónimo de “trifulca de mastines” y la guerra del 24 fue la más sangrienta de la historia de Honduras. La guerra como un hecho doloroso del pasado, aún subsiste como mecanismo reproductor de odios y enconos que se transmiten de generación en generación.

El fraude electoral, el irrespeto a la voluntad popular y la ambición desmedida de los jefes facciosos ha sido la causa fundamental de las guerras civiles. Mario Rivas siguió escribiendo: “Es una verdadera lástima que la mediación de los EE. UU. … no haya llegado dos o tres meses antes de que se matasen miles de hondureños y se destruyese propiedad por valor de varios millones de pesos”

La Constituyente de 1924. Morales reportó que las elecciones para elegir diputados para la misma habían sido justas y realizadas en completa libertad. sin haberse registrado desórdenes notables; el Partido Nacional obtuvo 34 diputados y los liberales 8. El electorado mostró poco interés en el proceso.

La paz armada. Al concluir las hostilidades continuó una especie de paz armada que, naturalmente, generó otros problemas. Cada jefe de facción mantenía su ejército. Eran bandas armadas indisciplinadas. Nada más alejado de la idea de un ejército profesional. Los soldados de Ferrera portaban una bandera roja y azul. Carías y Martínez Funes, la azul y blanco.

La revolución concluyó dejando un país en ruinas y más endeudado, repitiendo el ciclo del “eterno retorno”: Elecciones (fraudulentas), Revolución y nueva Constitución: La de 1924, la más longeva después de la actual, sustituyó la de 1894. Honduras ha tenido trece constituciones nacionales y tres federales, detentando el récord de la mayor inestabilidad constitucional del continente. Cualquier parecido a la situación actual no es mera coincidencia.

Nueva Orleans, 29 de enero de 2023

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