JOSÉ ANTONIO DOMÍNGUEZ
Poesía
Nació el 2 de febrero de 1875, en Juticalpa, Olancho y murió el 5 de abril de 1903. Sus obras literarias Himno a la Materia y otros Poemas, fue editado en «Cuadernos Pegaso» en 1960 y Visión de la vida en un intento filosófico, también publicada póstumamente, por Medardo Mejía. En el campo poético fue romántico en sus años juveniles para después descollar con soltura dentro del modernismo. Además de poeta de mesurada y profunda inspiración, por su misma formación cultural y filosófica, ejerció su profesión de abogado de los Tribunales de la República, y fue Subsecretario de Relaciones Exteriores y Magistrado de las Cortes de Apelaciones. Su carácter huraño le mantuvo siempre en la soledad. En el campo filosófico fue positivista, figurando con alguna frecuencia en las actividades políticas del país. Su poesía es honda y humana. Todavía gran parte de su obra no ha sido publicada.
HIMNO A LA MATERIA
¡Oh materia sublime, eterna y varia,
que con el gran prodigio de tu esencia
y en arcano infinito de tus formas,
como madre perenne, siempre joven
a quien su propia fuerza fecundara,
llenas la inmensidad del Universo
y eres causa y efecto misterioso
de cuantos seres bullen y rebullen
con aspecto de vida en los espacios,
desde los vastos mundos y los soles
que por la noche brillan como antorchas
suspensas en el éter cristalino,
hasta los invisibles infusorios
que habitan en miradas y millones
en el fondo irizado de una gota
de rocío…!
¡Oh prolífica y sagrada
materia que en el vasto mecanismo
de la augusta creación tienes tu imperio
de omnímodo poder, y a todas horas
ordenas y ejecutas por ti misma
las leyes admirables que preside
la vida universal, diversa siempre
del coro de criaturas que en ti nacen
y a ti vuelven al fin; obras perfectas
en cuanto cabe serlo en lo infinito,
que ora inmensa cual moles desmedidas,
ora medianas, ora imperceptibles,
de ti el cuerpo reciben y el aliento
que sujeta sus órganos y hace
que cumplan por lo menos su destino
de nacer y morir!
¡Salve mil veces
Oh materia infinita y soberana!
De la que surge sin cesar creadora,
Ordenándolo todo con maestría,
La fuerza ese milagro portentoso,
Especie de alma mater de tu seno
Qué incontrastable, inteligente y pura,
Cual si Dios mismo tu poder rigiese
Produce los fenómenos más grandes,
Combina los agentes más fecundos,
Da vida a los primarios elementos
Y organiza la vida de los seres
Que brotan en los mundos, de igual modo
Que hace que giren éstos en sus órbitas,
Por la atracción tan sólo suspendidos
en derredor del sol!
En ti reside,
De ti dimana y hacia ti refluye
La vida universal que no se agota
Y es como inmenso genesíaco río
Que al recorrer tu seno lo fecunda,
Porque lleva en sus ondas la simiente
De que brotan en mágicos regueros
Las vidas de que surgen nuevas vidas
Que al llenar su misión dejan el germen
De nuevos seres que al vivir difunden:
Porque en el laboratorio de lo creado
En tanto que unos mueren otros nacen
Y la vida se extiende y se derrama
Buscando nuevos moldes y por último
Se trasforma y renace de la muerte
Cual fabuloso fénix.
¡O Materia!
Tú eres lo único eterno: tú no acabas;
Tú no aumentas; tú no disminuyes;
Eres principio y fin de cuanto existe;
De ti depende todo y a ti torna.
Eres la misma aunque diversa siempre
Pues tu esencia suprema, indestructible,
Es tan compleja y a la vez tan una
Que recorre una escala interminable
De formas, de organismos y de vidas,
Y en labor incesante por doquiera
Renueva sus creaciones y persiste
Esparciendo destellos de sí misma
Que encarnan nuevas vidas, cual si fueses
¡oh materia! Alma y vida del gran todo
llamado creación.
Tú solamente
Nos has tenido alborada ni podrías
Tener jamás ocaso. Cuanto alienta
Lo mismo en lo pequeño que en lo grande
Está sujeto al tiempo: vive y muere;
Es decir, se transforma y en ti queda;
Pues la vida del ser sólo es fenómeno
De resplandor fugaz. Los mismos soles
y los mundos de fábrica tan sólida
Tienen su fin: tras incontables años
Llega el día en que extinto su calórico,
Giran en los espacios insondables
Cadáveres helados e insepultos:
En tanto que quizás en otros cielos
Nuevos mundos se forman donde pronto
Brotarán nuevos seres.
¡Oh prodigio!
Mas la vida individual es breve
Y pasa como sueño y luego se hunde
En la noche espantosa del olvido,
No así la vida universal. En vano
La muerte apaga con su helado aliento
Las llamas de la vida una tras otra.
Una vida, en verdad, es casi nada;
Pero el conjunto inmenso de las vidas
Que forman el vastísimo Universo
Eso es algo magnífico y grandioso
Que no puede abarcar el pensamiento,
Que no puede extinguir soplo ninguno,
Que a todo cataclísmo sobrenada
Y en inmortal cadena se prolonga
Llenando lo infinito.
Lo que el hombre
Llama muerte y le teme a cada instante,
Es sólo una apariencia, un accidente
Que prepara ¡oh materia! Tus deshechos
A nuevos organismos, sin que pueda
Amenguar el poder de tus creaciones
Porque previsto se halla y mucho sirve
En el plan colosal de tus sistemas.
La muerte para ti sólo es acaso
Como un abono que te das tú misma
Tal vez por mantener ágil e incólume
De tu vigor el germen potentísimo;
o quizás como un baño en cuyas aguas
Rejuveneces tus gigantes miembros
Por cuyas venas corre siempre nueva
Savia la eternidad.
La muerte nunca
Destruye ni podrá de modo alguno
La más mínima parte de tu masa;
Ella es quizá el agente más activo
Que en el taller inmenso de los seres
Aparece los raudales de la vida
Que de ti mana en incansables ondas.
Ella no mata en realidad: divide,
Y separa elementos que bien pronto,
Al combinarse en prodigiosas mezclas,
Dan vida inesperada y repentina
A extraños organismos que se forman
Como por ley fatal, pero que es siempre
La providencia eterna de las cosas
Que también es corona deslumbrante
De sus grandes virtudes.
Sin duda cuando creas y transformas,
Cuando enciendes la antorcha de una vida
O cuando apagas esa antorcha, no haces
Ni bien ni mal; o al menos no meditas
Tan extraños efectos que anonadan
La obscurísima mente de los hombres;
Reside en ti la perfección suprema
De la inconsciencia, que por ley divina,
Bajo el influjo de potentes causas,
Lo mismo crea a un mundo prodigioso
Que da vida a un insecto. Eres hermosa,
Eres sublime cuando das la vida
Lo mismo que al quitarla en apariencia
Sin que te importe a quien.
¿Sabes acaso
Que el hombre, ese pigmeo miserable,
te desprecia creyéndose en la tierra
el rey de lo creado, un ser distinto
y superior a ti, que tiene un alma
en donde se concentra lo infinito
y eterno de las cosas, viva chispa
que no puede morir; porque su origen
arranca del aliento luminoso
del divino arquitecto de los mundos,
del que sacó del fondo de la nada
el principio de todo, el caos mismo,
que al condenarse y adquirir contornos
te dio el cuerpo y la esencia que trasmites
a cada ser que en la extensión vacía
se despierta a vivir?
¿Has hecho caso
jamás de sus obstrusas ambiciones,
engendros del delirio de su mente,
que a comprender no alcanza cosa alguna
de cuanto encierra el panorama espléndido
de la naturaleza que es tan sólo
como un movible espejo de sus formas
diseminadas infinitamente
por los incalculables horizontes
apenas sospechados, porque nunca
la ciencia humana explorará el misterio
de tu extensión ni encontrará la clave
que la ayude a explicarse los enigmas
que ve por todas partes, ni siquiera
conocerá la esencia milagrosa
del átomo más leve?
El hombre iluso
nacido del calor de tus entrañas
e hijo tuyo a toda hora, no comprende,
no quiere comprender, que tu existencia
es como todo lo que alienta y vive
en la esfera del orbe, solamente
el resultado de fatales fuerzas
que por virtudes propias, al fundirse
producen el fenómeno que informa
la gran vitalidad de un organismo,
no comprende que salvo la excelencia
de ciertas facultades que requieren
medios propios en él ara externarse,
su vida se equipará por completo
a la de tantos seres multiformes
que como él también viven.
No comprende,
en su orgullo satánico engreído,
que su vida es levísima burbuja
que el roce más ligero despedaza;
no comprende que es él menos que un grano
de arena que se pierde y se confunde
en las inmensidades de un desierto:
átomo del océano infinito
que se piensa ¡oh blasfemia imperdonable!
imagen de Dios mismo. ¿Acaso ignora
que hay en el éter incontables mundos
superiores mil veces a la tierra,
mundos que han de poblar sin duda seres
más perfectos que el hombre, ya en figura,
ya en fuerza y facultad o porque tengan
más nobles atributos?
Pobre hombre,
infeliz individuo condenado
a ser el habitante de un planeta
de los más inferiores que gravitan
en el éter azul de lo insondable,
enderredor de un sol, como si fuesen
enormes colibríes revolando
en torno a inmensa flor. el hombre vive
sobre un planeta opaco y pequeñísimo
donde la vida es corta y sin objeto:
gusano miserable que se sueña
muchas veces gigante, y por desdicha
despierta de su sueño de locura
para caer en seguida en otro sueño,
y así pasa entre sombras y quimeras
hasta que muere al fin.
¿Acaso tiene
misión alguna individual el hombre?
¿No es verdad que a pesar de cuanto digan
sobre la triste tierra el hombre pasa
en perpetua niñez y luego se hunde
en la tremenda noche inescrutable,
sin dejar ni la huella de su paso
porque implacable con su mano el tiempo
todo lo borra al fin? ¿Cuál es entonces
el destino del hombre? ¿Por qué vive?
¿A qué viene a este valle de miserias
si no es a perpetuar sin proponérselo
su propia imagen que al vivir prosigue
en la inmensa ignorancia, fatalmente
transmitiendo la vida sin pensarlo
a nuevos infelices?.
¡Ah! La vida,
la vida individual es para el hombre
una cosa tristísima: hasta es justo
dejar que el pensamiento se solace
soñando nuevas vidas tras la tumba.
es tan triste vivir breves momentos
para morir después, que a ser posible
fuera mejor exterminar la especie
e impedir que el dolor la perpetúe
vedándole al amor reproducirse!
ay, infeliz del que por suerte cae
en el círculo odioso de la vida,
porque juguete de inclemente hados,
irá sin rumbo padeciendo siempre
hasta hallar su sepulcro…!
Mas… con todo
a pesar de que el mundo de los hombres
no nos brinda la dicha ni podemos
hallar un alto fin que satisfaga
nuestra osada ambición, es indudable
que el mundo, el universo, cuanto existe
si no nos dan felicidad alguna,
tal vez porque jamás nos conformamos,
son un bello espectáculo, una cosa
tan grande, tan magnífica y sublime
que muchas veces sin quererlo el labio
lleno de admiración se abre entusiasta
para entonar un himno laudatorio
al estupendo autor de tanto hechizo,
de tanta maravilla incomprensible
y de tanto esplendor.
Cuando extasiado
contemplo la hermosura del paisaje,
en la hora misteriosa del crepúsculo
o admiro por la noche el firmamento
constelado de ardiente argentería;
cuando absorto y suspenso me divago
recordando en mi espíritu el efecto
de los mágicos cuadros que a mi vista
llenaron de estupor, ya en pleno bosque,
ya en las cúspides altas, o bogando
sobre el dorso del mar; y o me delito
con transportes de gozo indefinible;
yo me alegro en verdad de la existencia
para ver y sentir, y dentro el alma
encontrar la certeza de algo grande
que eleva el corazón.
Cuando así pienso,
cuando el escepticismo se adormece,
a través de la fe yo miro el mundo
como amable mansión y hallo la vida
en conjunto de todos los hermanos
como un vasto taller de donde surgen
para la sociedad bienes inmensos,
el progreso constante, el noble imperio
de la fraternidad, la dicha misma
brindando su porción a cada uno,
todos unidos en grandioso anhelo
cumpliendo algún destino se figuran
ver a Dios que les ve tras de las nubes
y les sonríe como padre amante
con entrañable amor.
Pero todo eso
es sólo un espejismo de la mente:
todos los seres que lo creado encierra
sólo somos visiones muy fugaces.
Todo fenece al fin, la vida es sueña
que ese pierde entre dos noches obscuras,
la muerte misma es ilusión. tú sola,
oh materia grandiosa, ilimitada,
persistes sobre todo eternamente.
¿eres hija de Dios? ¿eres Dios mismo?
yo no sé qué eres tú, ni a ti te importa
que yo crea o que dude inexorable
y muda a mis preguntas permaneces
como si fueses sorda e insensible.
¿qué le importa al coloso formidable
lo que piense una oruga?
Tú sin duda
no debes ni pensar, no te hace falta
porque tus pensamientos son acciones.
eres tan grande, en realidad tan grande,
que delante de ti todo es pequeño.
Y a pesar de que pronto yo si acaso
soy átomo que piensa porque vive,
dejaré de alentar para perderme
y fundirme en tu seno hecho partículas
que luego al combinarse darán vida
ora a viles insectos y gusanos,
ora a yerbas y arbustos, al mezclarse.
Pensar que este fenómeno radiante
de mi vida infeliz ha de extinguirse
cual si no hubiese sido.
¡Qué tristeza!
El hombre es en la tierra cual sonámbulo
que dirige fantástico destino
o torpe a caso sin razón ninguna:
mas, no la escarnezcamos, que no es justo:
su desgracia fatal culpa es de nadie;
pues nada en realidad es malo o bueno.
Por eso resignado y conmovido,
yo te canto ¡oh materia despiadada!
eres monstruo a la vez que santa madre;
mezcla de sombra y luz; conjunto inmenso
donde todo comienza y todo acaba
como en terrible mar. ¡Salve mil veces
cuna y sepulcro de los mismos astros!
digna obrera de Dios, ¡mil veces salve!
José Antonio Domínguez
El HIMNO A LA MATERIA fue tomado del poemario; inéditos los últimos versos del año 1901.