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HÉROES Y PROCÉRES

Sería materialmente imposible tener “una idea clara de nación” si no fuera por los grandes momentos que hemos vivido como pueblo. Sucesos, eventos y hechos en los cuales el país enfrentó peligros, amenazas y vasallajes. Momentos que se volvieron fundamentales e inolvidables y que hoy constituyen la memoria histórica de la patria.

En el accidentado proceso que nos condujo a la delimitación de las fronteras, a la configuración de un estamento legal, a la consolidación de unas instituciones o simple y sencillamente a la definición de un concepto propio de lo que hoy entendemos por Honduras… estuvieron presentes los héroes y los próceres. Y llamamos héroes a todos aquellos hondureños que enfrentaron tareas y asumieron responsabilidades en los territorios políticos, militares y judiciales en aquellos días en que la patria era solamente un sueño o una idea. Y llamamos próceres a aquellos hombres insignes y a aquellas mujeres valientes que se mantuvieron al frente de las conquistas más urgentes que el país demandó en los momentos más peligrosos y arriesgados. Hoy todos gozamos y de alguna manera aprovechamos, las condiciones jurídicas, sociales y geográficas que la patria nos brinda por derecho natural. ​

Pero es bueno tener presente que no existiría una idea clara de territorio propio y mucho menos una plataforma geográfica de la cual sentirse orgullosos, si Lempira no hubiera bajado de la sierra enarbolando las banderas de la dignidad y de la soberanía. Hoy ni siquiera tendríamos noticia de la fabulosa riqueza precolombina que estaba en disputa al momento de las grandes invasiones coloniales de occidente, si Lempira no hubiera elevado su protesta original. Con su aparición en el escenario histórico de un coloniaje sin precedentes, Lempira sentó las bases de un orgullo nacional que se ha alimentado con las investigaciones, los mitos y las leyendas. ​

Sin embargo, no todas las hazañas ancestrales se libraron con las flechas y las cerbatanas, más adelante aparecieron figuras heroicas que incorporaron a las artes militares, las estrategias del pensamiento. Mientras Lempira libró estupendos combates en la serranía con los fundamentos de un instinto territorial, los héroes de la Independencia tuvieron que echar mano de las tácticas intelectuales. Las guerras modernas dieron comienzo cuando las naciones echaron mano tanto de arsenales militares como de las municiones mentales para sobrevivir a las refriegas. ¿Era Francisco Morazán un militar? Si, pero en mayor medida era un hijo de los tiempos, un iluminado de la leyes y las reformas que por entonces se demandaban hasta en los últimos rincones del planeta. De no haber tenido clarividencia intelectual y rigor académico para comprender lo que estaba en juego, Morazán no fuera ni héroe ni prócer. Bastará con llevar el seguimiento de los valladares y quebrantos que la nación ha vivido a lo largo de su historia, para comprender a ciencia cierta que el heroísmo es una bandera que se pasa de una mano a otra en el transcurso de los tiempos y a través de la ideas. Si hoy rendimos culto a las figuras que ayer tuvieron fe, arrojo, valor y sabiduría para defender con ahínco el derecho fundamental a la paz, al trabajo, a la justicia y al progreso, significa que somos herederos directos no solo de un ejido, de una parcela o de una cordillera. Significa a la vez que el sueño del General Cabañas, que los discursos de José Cecilio del Valle y que los idearios de un Dionisio de Herrera siguen vigentes y latentes en nuestro imaginario nacional. ​

Quizá las formas de heroísmo se han modificado y a lo mejor ya nadie aspire a convertirse en un prócer, pero vale la pena preguntar ¿las tareas de una nación se dan por terminadas cuando los héroes desaparecen? No son mucho los héroes que nos trajo la vida republicana y por momentos la nación más bien parece poblada de antihéroes, no obstante, bastará con reencontrar las inspiraciones y las verdades de que nos unen como pueblo para descubrir que hoy somos la consecuencia de aquellas luchas que aún no hemos olvidado. Pero que a la vez somos los actores y los elegidos para darle seguimiento a ese proyecto de patria que siempre estará en un comienzo perpetuo. Hoy nosotros nos sentimos hijos legítimos Morazán y Lempira, pero nuestros nietos deberán creer que nosotros – los que hoy estamos aquí – también fuimos y también tuvimos las características de un prócer. Todo depende de qué hagamos ahora y sobre todo, de cómo lo hagamos.

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