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LAS ELECCIONES DE 1948

Por Mario R. Argueta

Tiburcio Carías Andino debía entregar el poder al sucesor electo por el voto popular el primero de febrero de 1937; con la ayuda del Congreso convocó a la Asamblea Nacional Constituyente, integrada por diputados afectos al continuismo: redactó una nueva Carta Magna en 1936 que derogó la de 1924. El período presidencial se extendió de cuatro a seis años. Sobre esta acción para perpetuarse en el mando, el líder opositor José Ángel Zúniga Huete comentaba: «Por eso se optó por el camino del Golpe de Estado que hubo de consumarse el 6 de enero de 1936… La reelección del mandatario, Tiburcio Carías Andino, estaba vedada de conformidad con el Tratado General de Paz y Amistad que se firmó en Washington, bajo la garantía de los estados Unidos de América el 7 de febrero de 1923, por representantes de las Repúblicas centroamericanas… Los pactos de Washington.. fueron prorrogados en sus efectos, por Honduras, Guatemala y Nicaragua, en las Conferencias Centroamericanas reunidas en la capital de la segunda de las dichas repúblicas a principios de marzo de 1934…»

Una combinación de presiones diplomáticas y decisiones propias determinaron que, a diferencia de Guatemala y El Salvador, en Honduras se diera una transición pacífica de la dictadura a la civilidad mediante la convocatoria a elecciones. Carías personalmente escogió para que le sucediera en la presidencia a su ministro de Guerra, Juan Manuel Gálvez. Su compañero de fórmula fue Julio Lozano Díaz.

El Liberalismo, desunido por personalismos y debilitado por la persecución y el exilio escogió como candidato a quien había abandonado el país desde noviembre de 1932 radicándose como emigrado en México, José Ángel Zúniga Huete, quien seguía siendo, sin duda, el más popular dirigente de este partido; de nuevo para la Vicepresidencia lo acompañaba Francisco Paredes Fajardo, al igual que en 1932.

Era evidente que el Nacionalismo competía en situación ventajosa con respecto a su adversario político: su control del poder durante dieciséis años, el centralismo fomentado por Carías Andino, y la disponibilidad de medios; el Embajador de Honduras en Estados Unidos, Cáceres, Julián R., informaba a funcionarios del departamento de Estado que el 5% deducido a los empleados públicos alcanzaba más de Lps.900,000 y sería utilizado en la campaña electoral.

El bipartidismo político imperante ya no satisfacía a los hondureños. Hemos visto en artículos previos que el general Vicente Tosta había fundado el Partido Republicano en 1928, de corta vida; el Partido Comunista fue inicialmente establecido en 1922 y el Partido Democrático Revolucionario de Honduras ya existía como tal en 1948.

En 1946, el programa electoral incluía los siguientes aspectos: amnistía general, libertad de prensa y de palabra, libertad de reunión y de asociación, revisión de los censos, libertad electoral, agrupación de todos los hondureños en torno al PDRH, postulación de un candidato que fuera la mejor expresión del partido y del pueblo. Informaba que la Primera Conferencia de Agrupaciones Democráticas había recomendado la candidatura presidencial de Rafael Díaz Chávez «por haber aceptado los principios democráticos y revolucionarios de las fuerzas nuevas» y se había encargado a la Comisión Política del frente Democrático Revolucionario Hondureño redactase un proyecto de estatutos.

Los comicios se realizaron el diez de octubre y los resultados fueron: número de votantes registrados: 300,496; votos por el Partido Nacional: 255,974; por el Partido Liberal 472; votos nulos: 3,926; no votaron: 40,982. El resultado desigual acarreó que el Embajador estadounidense en Honduras, Herbert S. Burley, reportara a Washington que era obvio que nunca se había intentado que se le otorgara a la oposición una oportunidad de ganarlas; empero, para los criterios locales, había sido una mejoría y un significativo paso hacia adelante para el día eventual que depare una vida más verdaderamente democrática para este país.

Ya el 25 de septiembre de 1948 el Partido Liberal, había emitido el Decreto No.1 por el que anunciaba que no concurriría a las elecciones, «mientras persista el clima de opresión imperante en la actualidad» y se mantendría como frente político opositor. El 8 de octubre Zúniga Huete emitió una proclama mecanografiada en que excitaba al pueblo a rebelarse contra el régimen de Carías Andino, aislándose en la Embajada de Cuba. En carta a Visitación Padilla, el 8 de diciembre de 1948, ofrecía esta versión: «El plan consistía en el levantamiento de los liberales en todos los lugares donde pudiesen actuar, apoderándose principalmente de las armas de los pequeños resguardos, dislocar las comunicaciones para sembrar el caos en todo el país por medio de guerrillas. Esto serviría para distraer la atención del gobierno, porque el núcleo medular de la empresa se confió a jefes que vendrían en dos aviones del exterior, trayendo por de pronto 400 rifles, 40 ametralladoras y 100.000 cartuchos adquiridos en el exterior. El 7 de octubre en la tarde, salió de aquí con algunos amigos, el general don Mariano Bertrand Anduray para recoger algunas armas… que se tenían ocultas fuera de la ciudad. A él debían unirse, después de tomar las armas en sus respectivos domicilios los correligionarios de los pueblos del norte y el oriente de Tegucigalpa para situarse en lugar adecuado. El General Anduray, con los que le siguieron, incursionó hasta llegar a las cercanías de Curarén, donde salió herido en una escaramuza y viéndose forzado a llegar a una casa, fue asesinado en dicho sitio por soldados del gobierno… Las actividades por la liberación de Honduras están en proceso evolutivo. Sólo Dios sabe cual será la solución final.»

Mariano Bertrand Anduray fue uno de los principales dirigentes del Partido Republicano y en el entierro del general Tosta tuvo a su cargo la oración fúnebre. Zúñiga Huete retornó a México, donde falleció el 13 de abril de 1953.

Con relación a Juan Manuel, un politólogo estadounidense escribía: «Hasta 1948 este partido (Nacional) fue el instrumento personalista del «último caudillo», Tiburcio Carías. En una elección indisputada, por medio del partido que él controlaba, Carías llevó al poder a su Ministro de Guerra, Juan Manuel Gálvez. Muchos estaban preparados para contemplar la administración de Gálvez como una continuación del mandato de Carías. Sin embargo, Gálvez fue capaz de disminuir el férreo control que Carías había ejercido, al mismo tiempo previniendo el estallido de la inquietud y la revuelta que tan a menudo había ocurrido en la vigilia de gobierno caudillistas en los últimos años de la década de los novecientos cuarentas. Un dirigente genuinamente popular, parecía sinceramente interesado en promover el crecimiento de la democracia dentro de la nación, y en contribuir al progreso económico de Honduras…» Gálvez tomó posesión de la Presidencia de la República el 1º de enero de 1949.

(Tomado de El Heraldo 24 de octubre de 1997 por Mario R. Argueta).

NOTAS:

  • Zúniga Huete, José Ángel. «llegal situación del Gobierno de Honduras», El Heraldo 25 de julio 1997. P.4B Los argumentos esgrimidos por los congresistas se pueden consultar en Cuatro ensayos sobre la realidad política de Honduras. Tegucigalpa, Universitaria, 1982 por Guatama Fonseca.
  • Respecto a los distintos nombres que barajó Carías, para finalmente inclinarse por Juan Manuel Gálvez, consúltese Lucas Paredes, El hombre del puro. Teguciglapa, 1973. Otros nacionalistas que abrigaban aspiraciones presidenciales eran Abraham Williams Calderón, Vicepresidente de Carías y Rufino Solís, Comandante de Armas de La Ceiba, entre otros.
  • 815.00/8-3148,31 Agosto 1948, caja No.5090.
  • Bursley al Departamento de Estado, Despacho No.170, 11 agosto 1948, RG 59,
  • Main Decimal File 1945-1949, Caja No. 5090
  • 815.00/10-1948; 815.00/10-1548, 15 octubre 1948, Despacho No.241.
  • Zúniga Huete a Visitación Padilla, párrafos reproducidos pro Ramón Oquelí en «Gobiernos hondureños durante el presente siglo», en Ciencia y Política. Tegucigalpa, Editorial Nuevo Continente, 1973, Vol. II, p.182.
  • Anderson, Charles W. «Honduras, problemas en el aprendizaje de la democracia», en Ciencia y Política. Tegucigalpa, Editorial nuevo Continente, 1973, vol. II, p.224.
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