HONDURAS EN LOS PRIMEROS AÑOS DEL SIGLO XX
Según el Censo general de Población levantado en Honduras con las naturales fallas atribuibles a las circunstancias que rodeaban al país, tenía una población total de 489.367 habitantes en el año de 1901 y el de 1926, justamente al inicio del segundo cuarto del siglo veinte contaba ya con 700.811 pobladores, con un aumento en 25 años de 211.444 habitantes.
En el mismo período se habían creado dos nuevos departamentos para administrar mejor el territorio, los de Atlántida y Ocotepeque a los que se había dado vida durante los gobiernos del general Terencio Sierra y el general Manuel Bonilla, respectivamente.
La vida política del país había experimentado algunos cambios y a la vieja pugna entre liberales federalistas y conservadores había sucedido el enfrentamiento entre el Partido Liberal moderado que, dirigido por el general Manuel Bonilla, se llamó en 1911 Partido Republicano, y más tarde, Partido Nacional Democrático con la candidatura del Doctor Alberto Membreño y, Partido Nacional bajo la dirección del Abogado y general Tiburcio Carías Andino.
Los gobiernos del general Terencio Sierra, el Dr. Juan Ángel Arias, el general Miguel R. Dávila y el general Rafael López Gutiérrez pertenecieron totalmente al Partido Liberal y los del general Manuel Bonilla, el Doctor Francisco Bertrand y el general Vicente Tosta, al nuevo agrupamiento político que se denominó a la postre Partido Nacional y que, en los regímenes del Doctor Francisco Bertrand y el general Tosta, dio participación al contendor político. El primero, por haberlo establecido así los convenios de Tacoma, en la etapa provisional y, después, por libre y espontánea determinación del Primer Magistrado al suceder al general Manuel Bonilla, y el segundo por haberse convenido así en el Tratado o Convenio de Paz de Amapala del 3 de mayo de 1924.
Los ensayos a los que hacemos referencia tuvieron mucha importancia y coadyuvaron al logro de un mejor entendimiento interpartidario, suavizado de alguna manera, el choque de las pasiones políticas.
El Partido Nacional quedó constituido de manera definitiva en la Convención celebrada en la ciudad de Tegucigalpa en los primeros días de agosto de 1924, por acuerdo de los siguientes convencionales: por Olancho: abogado Andrés Felipe Díaz, profesor José Melitón Sarmiento y profesor Domingo Bustamante Rosales; por Islas de la Bahía, coronel Ramiro Carbajal; por Colón, abogado Francisco R. Zúniga y doctor Magín Herrera; por La Paz, Br. Alvaro Suazo y don Celestino T. Velásquez; por Yoro, abogado Federico Boquín Bustillo; por Copán, doctor Joaquín Tábora y don Alejandro López; por El Paraíso, don Gonzalo Córdova y don José María Albir; por Choluteca, profesores Mariano P. Guevara y Luis Felipe Lardizábal; por Gracias, coronel Jesús Cáceres Trejo y profesor J. Arcadio Pineda; por Ocotepeque, don Benjamín Chapeta y don Miguel Villela Vidal; por Atlántida, señor Salomón Sosa h.; por Santa Bárbara, doctor Joaquín Tábora y don Alberto Licona; por Intibucá, don Wenceslao M. Rivera y por Tegucigalpa, doctor Venancio Callejas y don Constantino S. Ramos.
En el año de 1922 se formó el Partido Comunista de Honduras y, en 1921, un grupo de jóvenes de Tegucigalpa intentó la fundación del Partido Revolucionario Hondureño que no sobrevivió.
A partir de 1899 se implantó en Honduras un régimen libérrimo de concesiones otorgadas a compañías estadounidenses que llegaban al país interesadas en promover el cultivo y la comercialización del banano a gran escala.
A la altura de 1924, trabajaban en el país las empresas Cuyamel Fruit Company, Tela Railroad Company, Vaccaro Brothers Company, después llamada Standard Fruit Company, y Truxillo Railroad Company, que, ofreciendo la construcción de muelles y ferrocarriles, lograron todo género de franquicias y tratamientos de privilegio, sin cumplir sus compromisos a cabalidad en ningún caso.
Por estas concesiones se construyeron muchos trayectos de vías férreas en el sector del norte que mostraban a Honduras como el país centroamericano con más kilómetros construidos de ferrocarril, a tiempo que lo señalaban como el primer productor de bananos en Centro América; pero a cambio de eso, grandes cantidades de tierra cayeron en manos de las empresas bananeras, se entrometieron en la política nacional, interviniendo hasta en el ascenso y derrocamiento de Presidentes. El resultado de tales actos de descarada intervención se concretó en la obtención de más concesiones o en la liberación de compromisos contraídos por medio de oportunos decretos del Congreso Nacional.
Durante el período, si bien disminuyó la intervención de los países vecinos en los asuntos internos, a excepción de la intromisión abierta de Nicaragua en la guerra de 1907, fue manifiesta la injerencia de una compañía bananera en la guerra civil de 1911 que derrocó al gobierno del doctor y general Miguel R. Dávila y en movimientos bélicos posteriores en los años de 1919 y 1924.
La intromisión de los Estados Unidos de América en los asuntos centroamericanos y en los hondureños en particular, se manifestó desde el año de 1906 cuando Honduras, El Salvador y Guatemala fueron presionados por el Presidente de los Estados Unidos de América, señor Theodore Roosevelt, y el Presidente de México, general Porfirio Díaz, para entenderse pacíficamente por medio de las conferencias celebradas a bordo del barco de guerra estadounidense «Marbiehead» sito en aguas del puerto de San José.
En el año de 1907, todos los países centroamericanos fueron casi obligados a suscribir en Washington el Tratado General de Paz y Amistad de 20 de diciembre de ese año y varias convenciones signadas en la misma ciudad, y el 7 de febrero de 1923 también lo fueron para suscribir un nuevo Tratado General que estuvo en vigor hasta 1933.
En 1911, el gobierno presidido por el doctor y general Miguel R. Dávila, al que se trató de obligar al principio a suscribir la llamada Convención Paredes Knox que era lesiva para los intereses de Honduras, se le presionó para que concurriera a las conferencias de paz celebradas a bordo del «Tacoma» anclado en aguas de Puerto Cortés. Como consecuencia, el general Dávila renunció a la Presidencia de la República y lo sustituyó el doctor Francisco Bertrand con carácter de Primer Designado, nombrado por el Congreso Nacional.
En 1919, la actitud del Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de los Estados Unidos de América, Señor Thomas Sambola Jones, fue determinante para la caída del doctor Francisco Bertrand de la Presidencia de Honduras. Con anticipación, el Presidente Bertrand fue urgido para romper relaciones con los llamados Imperios Centrales, durante la guerra de 1914 a 1918 y, después, a declararles la guerra.
La política de los Estados Unidos de América se opuso en 1921 al establecimiento de la República de Centro América, anhelo por el que lucharon ese año El Salvador, Honduras y Guatemala.
Los representantes que el gobierno provisional de la República designó para que explicaran al Departamento de Estado de los Estados Unidos de América los fines que se perseguían con la realización del anhelo federal, fueron tratados con menosprecio y desatención.
También el gobierno de los Estados Unidos de América, por medio de su Ministro en Honduras, señor Franklin E. Morales, tomó participación muy directa en los sucesos políticos de 1923 y 1924, como puede demostrarse con abundante documentación, pues, mientras se peleaba en Tegucigalpa, un grupo de marinos de los Estados Unidos llegó a la capital desde el barco de guerra Milwaukee, a sabiendas de que el acto lesionaba la soberanía hondureña.
De esos hechos lamentables surgieron muchas voces de protesta entre las que es oportuno señalar la vibrante carta del doctor Vicente Mejía Colindres para el Presidente de los Estados Unidos de América. También se publicaron protestas en el «Boletín de la Defensa Nacional» publicado diariamente por el poeta Froylán Turcios, el poema «Aguilas Conquistadores» de Luis Andrés Zúñiga y varios artículos condenatorios de la política de los Estados Unidos en la prensa hondureña entre 1914 y 1924.
Desde los primeros años del gobierno del Doctor Francisco Bertrand, se empezaron a fundar en el país asociaciones de artesanos a las que el Ministerio de Gobernación extendió su personalidad jurídica y el gobierno estimuló con entusiasmo. Con posterioridad se estableció una Federación Obrera Centroamericana, una Federación Obrera Hondureña y las primeras organizaciones que pueden considerarse, con justicia, como antecedentes de los sindicatos de trabajadores.
En estas agrupaciones empezó a surgir el fermento reivindicatorio, como se vio en los movimientos huelguísticos de 1916 y 1920, ocurridos, respectivamente, en las plantaciones bananeras de la Cuyamel Fruit Company y en las de Vaccaro Brothers Company, por las que los trabajadores lograron algunas concesiones, aunque el primero fue tratado con mano dura por el Gobierno.
La Revolución Mexicana de 1910, en la que participaron incluso algunos hondureños, y la Revolución Rusa de 1917 influenciaron en Honduras. En los años iniciales de la década de los veinte, los trabajadores de Honduras ya habían enviado delegados a Moscú y se distribuían volantes para fundar el Partido Comunista de Honduras, como ocurrió, en la semiclandestinidad, en el año de 1922.
Las vías de comunicación del país experimentaron algún avance en los primeros 25 años del siglo veinte. Cuando el Presidente Sierra entregó el poder al Consejo de Ministros el 30 de enero de 1903, Honduras sólo contaba con la carretera del sur, desde Tegucigalpa hasta las proximidades del pueblo de La Venta. A finales de 1924, ya estaba construida toda esa vía; la carretera del norte estaba construida el tramo que va desde la capital hasta El Jaral, aprovechando la ruta del lago de Yojoa y la carretera de Olancho que llegaba hasta Talanga.
A principios de siglo, sólo estaba la línea férrea desde Puerto Cortés a Pimienta y, a finales de 1924, el Ferrocarril Nacional llegaba hasta Potrerillos y había caminos de hierro de Cuyamel a Omoa; de Búfalo a Baracoa; de Baracoa a Tela; de Progreso a Tela; de la Tela a La Ceiba; de La Ceiba a Olanchito; de la Ceiba a Trujillo y de esa ciudad a otras localidades del departamento de Colón. Estos ferrocarriles pertenecían a las compañías bananeras y éstas levantaron sus rieles cuando ya no les convino mantenerlos, como pasó en las líneas de la Cuyamel y de la Truxillo Railroad Company.
Ya en el año 1924 Honduras tenía comunicación inalámbrica con el exterior, el sistema telefónico existía en las principales ciudades y el telégrafo se había extendido a todo el país.
A partir del 1920 se inició la actividad encaminada al establecimiento de líneas aéreas de navegación y desde Tegucigalpa se efectuaron vuelos a Managua, San Salvador y San José de Costa Rica; se intentó el establecimiento del correo aéreo y se mantuvo algún movimiento del pasajeros por esa vía entre la Costa Norte, especialmente La Ceiba y San Pedro Sula, con Tegucigalpa.
La agricultura experimentó gran desarrollo con el cultivo del banano y la caña de azúcar en la Costa Norte. El banano vino a constituir el principal renglón de exportación del país. También experimentó algún avance la ganadería, a pesar de las guerras civiles, y cobraron alguna significación los cultivos del tabaco y del café. En la Costa Norte tomó auge el aprovechamiento del coco en los departamentos de Islas de la Bahía, Cortés, Atlántida y Colón. El corozo logró altos precios durante los años de la Primera Guerra Mundial.
La actividad minera se incrementó en San Juancito, Valle de Angeles, Yuscarán y otras regiones de Honduras, casi sin beneficio apreciable para el país. El sistema de concesiones facilitaba la explotación despiadada del trabajador nacional, la salida del país de grandes recursos y, como consecuencia final, las enfermedades propias de este tipo de explotaciones en las poblaciones mineras.
La industria marcó algunos avances estimables. Se establecieron en Montecristo, en las proximidades de La Ceiba y en La Lima, dos sendos ingenios azucareros; en La Ceiba se montó una fábrica de calzado y otra de manteca vegetal; continuaron estableciéndose fábricas de aguas gaseosas, de cerveza, jabones y velas. Aparecieron las primeras fábricas de telas y, en San Pedro Sula, se fundó la Tabacalera Hondureña S.A., cuyo principal producto fue el cigarrillo «King Bee»; en Choluteca surgió una fábrica de capotes de hule y en Copán y Santa Bárbara continuaron fabricándose puros y sombreros. Choluteca y Olancho se distinguieron por sus quesos de excelente calidad y por los astilleros de Oak Ridge y French Harbor, en el departamento de las Islas de la Bahía, continuaron saliendo pequeñas embarcaciones muy solicitadas en los países vecinos y en los Estados Unidos de América.
Se experimentaron algunos avances en la atención de la salud pública. Se mejoró el Hospital General y se abrieron otros en San Pedro Sula y La Ceiba. Se creó la Dirección General de Sanidad y se mantuvo bajo control las epidemias.
Los gobiernos y entidades particulares estimularon los avances educativos estableciendo abundantes centros de educación media entre los que ocuparon sitio destacado el Instituto Nacional, la Escuela Normal de Varones y la Escuela Normal de Señoritas de Tegucigalpa, verdaderos semilleros de los que surgieron los futuros estudiantes universitarios y los maestros y maestras que en toda la República tomaron a su cargo al educación primaria y la educación media en los colegios establecidos en las cabeceras departamentales.
La Universidad de Honduras funcionó al principio con las facultades de Jurisprudencia y Ciencias Políticas y Sociales y de Medicina y Cirugía y agregó después la Facultad de Ingeniería.
Se empezaron a generalizar las escuelas rurales en aldeas y caseríos; se establecieron escuelas nocturnas de adultos y escuelas en presidios y guarniciones; se mantuvo la Escuela de Artes y Oficios y también se mejoró la Escuela Militar, denominada Academia durante el segundo período de gobierno del doctor Francisco Bertrand.
Los gobiernos de Manuel Bonilla y Francisco Bertrand estimularon la cultura. Fomentaron la llegada al país de buenos espectáculos; apoyaron a poetas y escritores; auspiciaron la edición de obras nacionales, abrieron concursos y celebraron los juegos florales.
La aparición del diario El Cronista en abril de 1912, como un periódico independiente, fue muy significativa. También se hicieron presentes en el medio intelectual publicaciones como las revistas Esfinge, Tegucigalpa, Ateneo de Honduras, Hispanoamérica y otras, de vida muy breve algunas, que contribuyeron a elevar los valores intelectuales de Honduras en el exterior.
En las ciudades de San Pedro Sula y La Ceiba se publicaron diarios de mucha importancia como El Norte que apareció bajo la dirección del periodista don Vidal Mejía y se mantuvo durante varios años.
Se generó un movimiento intelectual en el país, a partir de 1901. Escritores finiseculares entre los que estaban Juan Ramón Molina, Froylán Turcios, Jerónimo J. Reina, José Antonio Domínguez, Rómulo E. Durón y Carlos Alberto Uclés. A ellos se unieron en la primera década del siglo Augusto C. Coello, Luis Andrés Zúñiga, Julián López Pineda, Paulino Valladares, Ángel R. Fortín y Ramón Ortega y más adelante, Alfonso Guillén Zelaya, Rafael Heliodoro Valle, Joaquín Soto, Alonso A. Brito, Adán Canales, Alejandro Castro P., Guillermo Bustillo Reina, Martín Paz y Salatiel Rosales.
La novelista doña Lucila Gamero de Medina continuó su obra creadora publicando su mejor novela Blanca Olmedo y surgieron narradores como Arturo Mejía Nieto y Arturo Martínez Galindo.
Para desgracia del país continuó la guerra civil asolando Honduras en forma despiadada. En los primeros 25 años del siglo se produjeron las guerras de 1903, 1907, 1911, 1919 y 1924 que derrocaron los gobiernos del doctor Juan Angel Arias, del general Manuel Bonilla y el doctor Francisco Bertrand y la dictadura del general Rafael López Gutiérrez y el Consejo de Ministros. Además, hubo tres intentonas armadas contra el gobierno de Dávila; una contra el gobierno interino de Bertrand; otra contra el gobierno del general Manuel Bonilla en 1912; una más contra el doctor Bertrand en 1917; unas cuantas contra el Presidente general Rafael López Gutiérrez y el movimiento del general Gregorio Ferrera contra el gobierno provisional de Tosta.
Como consecuencia de estos sucesos bélicos, algunos de los que tuvieron justificación por su carácter reinvindicativo, el empobrecimiento del país fue general, la agricultura decayó, la ganadería sufrió cuantiosos daños, la deuda pública se incrementó; aumentaron los generales y coroneles surgidos de la violencia y el nombre del país fue arrastrado inmisericordemente a los abismos del descrédito.
Sólo el general Manuel Bonilla, en 1913 no fue derrocado por un movimiento armado, quizás porque murió en ejercicio del poder. Movimientos armados derribaron al doctor y general Miguel R. Dávila y al doctor Francisco Bertrand. El general Terencio Sierra entregó el poder antes de terminar su período, envuelto en una maniobra política que fue funesta para el país. El general Rafael López Gutiérrez, también, por otra maniobra política, murió en ejercicio de la Presidencia de facto mientras se combatía en los alrededores de Tegucigalpa.
Tres presidentes, el doctor Francisco Bertrand, el doctor Francisco Bográn, y el general Vicente Tosta entregaron pacíficamente la presidencia a sus sucesores elegidos por el pueblo: el doctor Bertrand, al general Rafael López Gutiérrez el 1 de febrero de 1920 y el general Vicente Tosta al doctor Miguel Paz Barahona el 1º de febrero de 1945.
El romanticismo unionista propició dos movimientos encaminados a lograr la reunificación de Centro América: uno promovido por el gobierno del doctor Francisco Bertrand en 1917 y el otro por el del general Rafael López Gutiérrez en 1921.En ambas oportunidades el pueblo concedió amplio respaldo a sus gobernantes para promover la cruzada unionista y, en las dos circunstancias, fue un fracaso, además del gasto de energías y de apreciables sumas de dinero que hacían falta para otros rubros.
En 1918, y como una maniobra política de los dos gobernantes de El Salvador y Honduras, trataron de unirse estos dos países en una sola entidad, desde luego, con muchas perspectivas de fracaso.
El impulso más serio que se efectuó para fundar de nuevo la República de Centro América fue en 1921 y fracasó por la acción de Guatemala, cuya fuerza armada derrocó el gobierno de don Carlos Herrera para establecer el del general José María Orellana. El movimiento de 1917 fue hábilmente minado por Nicaragua, movida en su actuación por la política estadounidense interesada en establecer una base naval en el Golfo de Fonseca en los días en que se iniciaba la primera guerra mundial.
Durante 25 años gobernaron el país cuatro militares: Terencio Sierra, Manuel Bonilla, Rafael López Gutiérrez y Vicente y Vicente Tosta; tres de ellos generales de división y Tosta general de brigada con formación académica.
También gobernaron cinco civiles, tres de ellos médicos y cirujanos: Juan Ángel Arias, Francisco Bertrand y Francisco Bográn y dos abogados, Miguel R. Dávila y Alberto Membreño.
De ellos, sólo Membreño y Bográn, quizás por lo breve de su ejercicio, se salvaron de cometer pecados de arbitrariedad contra sus conciudadanos. Todos los demás, a su hora, atropellaron las libertades públicas, restringieron la libre emisión de las ideas, encarcelaron o pusieron en alta arbitraria a periodistas y expulsaron del país a hondureños de mucho mérito.
Los tiempos, por lo general, fueron de violencia y la pasión política obligó a los gobernantes a incurrir en el uso de la arbitrariedad y el despotismo.
Para finalizar este breve resumen debemos decir que el Presupuesto General de Egresos e Ingresos de la Nación para el año económico de 1900 a 1901, fue de 2.423.000 pesos, y el Presupuesto para el ejercicio fiscal de 1924 a 1925, de 10.822.440 pesos con 56 centavos.
Tomado de Gobernantes del siglo XX por Víctor Cáceres Lara,1992.