HIMNO NACIONAL
DECRETO DE CREACION DEL HIMNO NACIONAL DE HONDURAS
DECRETO No 42.
ALBERTO MEMBREÑO
Presidente Constitucional de la República,
CONSIDERANDO: Que de las repúblicas de Centro América, Honduras es la única que carece de Himno Nacional reconocido en forma; y,
CONSIDERANDO: Que hasta la fecha ha sido tenido como tal compuesto por los señores Augusto C. Coello y Carlos Hartling.
Por tanto,
DECRETA:
Artículo Único.- Declarar como Himno Nacional de la República de Hondura el de letra de don Augusto C. Coello y música de don Carlos Hartling.
Dado en Tegucigalpa, en el Palacio Nacional, a los trece días del mes de noviembre de mil novecientos quince.
ALBERTO MEMBREÑO
El Secretario de Estado en el Despacho de Gobernación y Justicia.
Pedro A. Medal
El Secretario de estado en el Despacho de Relaciones Exteriores,
Mariano Vásquez.
El Secretario de Estado en el Despacho de Guerra y Marina,
Francisco J. Mejía.
El Secretario de Estado en el Despacho de Hacienda y Crédito Público,
Leopoldo Córdova.
El Secretario de estado en el Despacho de Fomento, Obras Públicas y Agricultura, por ley,
Manuel S. López.
El Secretario de Estado en el Despacho de Instrucción Pública,
Rómulo E. Durón.
Esta disposición del Supremo Poder Ejecutivo fue aprobada por el Congreso Nacional en Decreto No 34, fecha 23 de enero de 1917.
Letra de Nuestro Himno Nacional
CORO
Tu bandera es un lampo de cielo
por un bloque de nieve cruzado;
y se ven en su fondo sagrado
cinco estrellas de pálido azul;
en tu emblema, que un mar rumoroso
Con sus ondas bravías escuda,
de un volcán tras la cima desnuda,
hay un astro de nítida luz.
I
India virgen y hermosa dormías
de tus mares al canto sonoro
cuando echada en tus cuencas de oro
el audaz navegante te halló;
y al mirar tu belleza extasiado,
al influjo ideal de tu encanto
la orla azul de tu espléndido manto
con un beso de amor consagró.
II
De un país donde el sol se levanta,
más allá del atlante azulado,
aquel hombre te había soñado
y en tu busca a la mar se lanzó.
Cuando erguiste la pálida frente,
en la viva ansiedad de tu anhelo,
bajo el dombo gentil de tu cielo,
ya flotaba un extraño pendón.
III
Era inútil que el indio, tu amado,
se aprestara a la lucha con ira,
porque envuelto en su sangre Lempira
en la noche profunda se hundió.
Y de la épica hazaña, en memoria,
la leyenda tan solo ha guardado
de un sepulcro el lugar ignorado
y el severo perfil de un peñón.
IV
Por tres siglos tus hijos oyeron
el mandato imperioso del amo,
por tres siglos tu inútil reclamo
en la atmósfera azul se perdió.
Pero un día de gloria tu oído
Pecibió, poderoso y distante,
Que allá lejos, por sobre el Atlante
Indignado rugía un león.
V
Era Francia, la libre, la heroica,
que en su sueño de siglos dormida,
despertaba iracunda a la vida
al reclama viril de Dantón.
Era Francia que enviaba a la muerte
la cabeza del rey consagrado
y que alzaba soberbia a su lado
El altar de la Diosa Razón.
VI
Tú también, ¡Oh mi Patria! Te alzaste
de tu sueño servil y profundo;
tú también enseñaste al mundo
destrozando el infame eslabón.
Y en tu suelo bendito, tras la alta
cabellera del monte salvaje
como un ave de negro plumaje,
la colonia fugaz se perdió.
VII
Por guardar ese emblema divino
marcharemos, ¡Oh Patria! A la muerte,
generosa será nuestra suerte,
si morimos pensando en tu amor.
Defendiendo tu santa bandera,
y en tus pliegues gloriosos cubiertos,
serán muchos, Honduras, tus muertos,
pero todos caerán con honor.
CORO
Tu bandera es un lampo de cielo
por un bloque de nieve cruzado;
Y se ven en su fondo sagrado
cinco estrellas de pálido azúl;
en tu emblema, que un mar rumoroso
con sus ondas bravías escuda,
de un volcán tras la cima desnuda,
hay un astro de nítida luz.
INTERPRETACIÓN DE NUESTRO HIMNO NACIONAL
Por el licenciado Gualberto Cantarero Palacios
CORO
Imagina a la Bandera como un resplandor del cielo que está cruzado por una franja blanca simbólica de paz, serenidad y pureza, que debe haber y sobresalir en el espíritu de los hondureños. Las cinco estrellas azules dirven para recordar que los estados centroamericanos, hoy desunidos, formaron y han de formar una sola patria, fuerte, rica y respetada.
El emblema es el escudo de la leyenda: «REPÚBLICA DE HONDRUAS, LIBRE SOBERANA E INDEPENDIENTE, 15 DE SEPTIEMBRE DE 1821», ESCRITA EN EL ÓVALO. El mar embravecido representa los dos océanos que bañan y protegen las costas hondureñas. El volcán viene a ser el territorio nacional, protegido por esos dos mares. Sobre el volcán nace y resplandece el Sol, que en tiempos pasados era imagen de adoración para los aborígenes como punto central del Universo, padre y guía que desprende luz y calor para mantener la vida de los seres y las cosas. Ese sol es naciente para indicar que la vida comienza y se desarrolla todos los días, a manera de perenne juventud.
PRIMERA ESTROFA
Una india virgen y hermosa personifica a Honduras. Virgen, porque en su suelo no había puesto la planta ningún hombre extraño, como si dijéramos que su honra no había sido tocada. Hermosa, por las diversas maravillas que hay en sus campos. Cerrados sus ojos a la luz de la civilización europea, arrullada por el incesante rumor de sus mares y echada en actitud de largo reposo, con sus riquezas amontonadas alrededor, así estaba la india al hallarla Cristóbal Colón en el año de 1502.
El descubrimiento de tanta belleza natural, acaso inesperada, produjo admiración y embeleso en el espíritu de Colón. Entre tanto, el vasto mar consagró el acto con su oleaje en la playa, cual si fueran besos.
SEGUNDA ESTROFA
Cristóbal Colón había concebido la existencia de otras tierras que ensancharían al mundo hasta entonces conocido por los europeos. Firme en su conceptción y después de marchas fatifgosas a través de Portugal y España, venciendo muchas dificultades y realizando grandes esfuerzos en varios años, pudo preparar la primera expedición y se aventuró a navegar por el Oceáno Atlántico, sin detenerse hasta encontrar la tierra presentida.
En el cuarto y último viaje, Colón descubrió a Honduras, tomando posesión del territorio en nombre de los Reyes Españoles, Fernando e Isabel, el 17 de agosto del mismo año de 1502. Regresó a España, dejando iniciados los dominios de ella en el nuevo territorio que por lo pronto fue llamada Hibueras.
Por eso, cuando la India que personificaba a Honduras, despertó y levantó su frente, notó con asombro e inquietud, que flameaba la bandera española, como señal de hallazgo de Colón en la tierra que tuvo esa suerte como corazón histórico.
TERCERA ESTROFA
Al hallazgo siguió la ocupación y a ésta, como era lógico, el jercicio del dominio. Para realizar la ocupación, vinieron los conquistadores que penetraron al territorio por diversos rumbos, teniendo sus almas plenas de curiosidad, ambición y codicia. Era natural que los nativos opusieran resistencia, valiéndose de todas sus facultades materiales y morales. Llegó el año de 1537. Todo el país estaba sometido por los esforzados conquistadores. Había sido vencida la gente de «Copantl». Faltaban las tribus aguerridas de «CERQUÍN» que arreglaron amistosamente sus disidencias y se unieron frente al enemigo común, reuniendo un gran ejército que pusieron bajo el mando de Lempira, joven caudillo que se había distinguido por su audacia y su talento guerrero y que era fama que acababa de desafiar a don Pedro de Alvarado a su paso con rumbo a Buena Esperanza. Dispuesto a la defensa de sus lares, Lempira estableció su campamento en las alturas de «CONGOLÓN», «COYOCUTENA» y «PIEDRA PARADA», que corresponden al municipio de Erandique. El Gobernador Francisco de Montejo, mandó al Capitán –Alonso de Cáceres con los individuos disponibles para someter a Lempira. Este no aceptó la excitativa de sumisión y obediencia que le dirigieron aquéllos por medio de unos comisionados especiales. Irritado Cáceres, operó en ataque y en sitio.
Transcurrieron seis meses de lucha con desventaja para los españoles, por los muertos que resultaban y por el invierno copioso. Entonces, Cáceres acudió al medio deshonroso de la traición; uno de los emisarios de paz que emandó con bandera blanca, al estar a corta distancia de Lempira, disparó su arcabuz, hiriendo en la frente al héroe que rodó por la pendiente pedregosa, acabándose de destrozar y hundiéndose en las tinieblas de lo desconocido.
No se sabe cuál es el punto exacto que sirvió de sepulcro a Lempira. La historia sólo refiere la heroica hazaña y señala ese lugar donde hoy existen grandes peñas de ásperos contornos. Con la muerte de Lempira quedó implantado el dominio en forma de colonizaje, pues amedrentados los indios con la muerte inexplicable de su jefe, se dieron por vencidos del todo. Y así, fue inútil que aquel hombre ejemplar ofrendara su sangre generosa en defensa de la libertad de su pueblo.
CUARTA ESTROFA
Tres siglos duró la dominación española. Durante ese tiempo, los nativos servían y obedecían en verdadera esclavitud a los señores y autoridades coloniales, en nombre del Rey. Las ansias de libertad hervían naturalmente en los espíritus opresos y las demostraciones por gozar de ese derecho esencial o inherente al hombre para que tenga responsabilidad, se perdían en el viento.
Al fin, los hijos más grandes del pueblo sometidos a servidumbre del coloniaje, oyeron el eco del estruendo que producía el movimiento revolucionario que había más allá del Océano Atlántico.
QUINTA ESTROFA
Era el nacimiento político de Francia desde 1789, para establecer como regla de gobierno y de organización social posible, la voluntad del pueblo a base de reconocimiento de los derechos de libertad, igualdad y fraternidad, en oposición al absolutismo de los reyes, del clero y de los nobles señores: lo que era un violento despertar a una nueva vida. Uno de los campeones de aquel movimiento formidable era Jorge Jacobo Dantón, creador y estadista, que pretendiendo moderar la situación creada por el terror de 1783 fue decapitado el año siguiente.
El Rey Luis XVI era débil ante el poderío de sus ministros, de la nobleza y del clero, que se oponía a las reformas políticas y sociales en beneficio para el pueblo. Por eso y en vista de que intentó salir de Francia, aquel Rey fue condenado a muerte como reo de los delitos de conspiración contra la libertad y de atentados contra la seguridad del Estado. En ese tiempo se estableció la obligación general de rendir culto a la razón, que fue elevada a la categoría de Diosa de los franceses.
SEXTA ESTROFA
Así como Francia, nuestra Patria sacudió la servidumbre y se presentó ante los países civilizados sin las cadenas que la ataban y que rompió con la proclamación de la independencia del 15 de septiembre de 1821, para darse personalidad en el mundo.
Los pliegos que contenían esa proclama llegaron a Tegucigalpa en la tarde del día 28 de septiembre, siendo celebrado el suceso con júbilo, respeto y adhesión, por todos los ciudadanos reunidos en la sala particular.
Y del suelo bendito de Honduras, aquella tarde inolvidable, tras la cima de los cerros y montañas, coronadas de nubes que se confunden con los bosques, rápidamente desapareció la dominación española, a manera de un ave negra y dañina que se perdiese en el horizonte.
SÉPTIMA ESTROFA
Porque Honduras sea siempre y en todas circunstancias libre, soberana e independiente, sus hijos le juramos emplear todos los recursos y fuerzas de que disponemos, unidos, esforzados y leales en la idea, en el sentimiento y la voluntad y declaramos que luminoso y feliz será el destino si la muerte nos halla con el pensamiento puesto en la Patria, demostrando que el amor de ella está por sobre todas las cosas.
Y por la defensa de la Bandera Nacional, que para nosotros es Santa porque encierra la dignidad colectiva, y de presentar en todo momento el triunfo y la grandeza de la paz y la guerra, morirán al pie de ella, como leones, a millares, en terrible combate, todos los hondureños que sean necesarios, dejando a los sucesores en la sangre y en el espíritu, modelos de honor que sabrán imitar dignamente.
Biografías de los Autores del Himno Nacional
AUGUSTO CONSTANTINO COELLO ESTÉVEZ.
Nació en Tegucigalpa el 1 de septiembre de 1884 y murió en la República de El Salvador, el 8 de septiembre de 1941, siendo sepultado en el Cementerio General de Tegucigalpa. Sus padres fueron Adán Coello y Adela Estévez. Bachiller en Ciencias y Letras por el Colegio Eclesiástico del que era Rector el Presbítero, Ernesto Fiallos.
Se graduó en Derecho en la Universidad Central de Honduras. Fue Vicesecretario de Relaciones Exteriores, en 1903; Diputado por el Departamento de la Paz a la Asamblea Constituyente que se instaló el 1 de junio de 1904 en Tegucigalpa. Como consecuencia del golpe de estado contra el general Manuel Bonilla el 25 de marzo de 1907, emigró a Costa Rica, pasando por El Salvador donde se radicó el resto de los meses de 1907. En El Salvador colaboró con El Diario de El Salvador. A partir de 1908 se estableció en Costa Rica, en donde dirigió La República, Prensa Libre, La Opinión y El Pabellón Rojo y Blanco. Contrajo matrimonio con Joselina Castillo el 25 de diciembre de 1911. En 1912, el general Manuel Bonilla es electo Presidente de la República y Coello regresa a Honduras. Su labor periodística en Honduras fue amplia, dirigiendo los periódicos El Imparcial, Pro-Patria y En Marcha. Fungió como gobernador político de La Ceiba en 1915 y del departamento de Intibucá. En 1923, fue electo diputado por este mismo departamento.
Su labor fue fecunda en los campos de la poesía, el ensayo, la historia y la diplomacia. Obra: El Istmo Loco (Nueva York, 1914); El Himno Nacional, Decreto número 42 del 15 de noviembre de 1915, bajo la administración del Dr. Alberto Membreño; El Polvo del Camino, epistolario (1920); Ensayo sobre el Tratado de 1843 con los Indios Moscos, y el Digesto Constitucional (1923); Las islas del Cisne, en colaboración de Don Rómulo Ernesto Durón (Tegucigalpa, 1926); El Himno Nacional para canto y piano, con música de Carlos Hartlíng (1926); La Imprenta y el periodismo Oficial de Honduras (Tegucigalpa,1930); Indice General de Concesiones y Zonas Mineras de Honduras (Tegucigalpa, 1930); La Primavera Triunfal, en inspiración a la juventud de Honduras, (1937); La epopeya del campeño, prólogo de Julián López Padilla, (San Pedro Sula, 1938) y Un soneto nos manda hacer violante prólogo de Camilo Bustillo Reina, (San Pedro Sula, 1941). Escribió ensayos biográficos del Doctor Ramón Rosa, de León Alvarado y del costarricense Juan Rafael Mora.1934. Canto a la Bandera. Tegucigalpa. Obras póstumas: Prosas (San Pedro Sula, 1943), publicado por Alfredo Alvarado hijo y Sonetos (San Pedro Sula, 1944) publicado por José Rodríguez Cerna.
Fue Presidente del Congreso de Periodistas en 1930 y es el autor del conocido Himno a la Madre. Fue delegado en la VII Conferencia Internacional Americanista, celebrada en Montevideo, Uruguay, en 1933; miembro de Comisiones Técnicas sobre delimitación Fronteriza, en 1923; ministro de Relaciones Exteriores en la Administración Paz Baraona de 1925 a 1928, y consejero de Honduras en Washington de 1931 a 1933.
CARLOS HARTLING (Carl Wilhem Hartling Wilhemine)
Nació el 2 de septiembre de 1869, en la ciudad de Schlotheim, Turingia. Alemania. Sus padres fueron Georg Friedrich Hartlíng y Johanne Henriete Wilhemine Hartling. Realizó estudios en el Conservatorio de Weimar y Leipzig. Culminó su formación musical en la Academia de Música de Munich. En septiembre de 1896, llega a Tegucigalpa por contrato del 27 de junio de 1896 para actuar como Maestro de Banda y Maestro de Música y Canto. El 23 de septiembre realizó su primera presentación. En 1903 recibe el encargo de hacer la música de un poema de Augusto Cesar Coello Ramos. Casado con la señorita Guadalupe Ferrari Guardiola. Desde la segunda administración del General Manuel Bonilla en febrero de 1912, la letra y música del llamado «Himno a Honduras» se popularizó y se entonaba en todos los actos oficiales.
El 15 de noviembre de 1915, el Presidente Constitucional Alberto Membreño mediante Decreto No. 42 declaró Himno Nacional de la República de Honduras, el de la letra de don Augusto C. Coello Ramos y música de don Carlos Härtling. Fue públicado en la Gaceta No. 4,529 del 16 de enero de 1916. Por los conflictos derivados a causa de su nacionalidad alemana, se trasladó en 1920 a El Salvador. Se radicó en la ciudad de Santa Tecla, desempéñandose como director de la Banda Musical del Sexto Regimiento del Ejército. Murió el 13 de agosto de 1920 en Santa Tecla, El Salvador.